Llevar adelante un curso de especialista universitario hasta mayo, transnochando mucho para entregar los ejercicios a tiempo y con clases los sábados no hubo más remedio que bajar un poco los entrenos, pero también vino bien volver a la vida universitaria durante 7 meses y reciclarse un poco. Así que enero, febrero, marzo y abril los días de entreno fueron bastante menos y con mantener la forma y competir en alguna carrera ya iba bien.
Luego dos grandes objetivos marcaron la temporada, en julio la Celestrail en Ordino (Andorra) con 80km. y 5000d+ y en diciembre la maratón de Castellón. Como en los últimos años, más o menos mitad de temporada de trail y otra mitad de asfalto.
Así que mayo, junio y julio fue cuando prácticamente acumulé todo el desnivel y el tiempo medio de las sesiones es más elevado.
La Celestrail fue más o menos con el guión de otras ultras, disfrutando mucho y gestionando los malos momentos lo mejor que uno sabía.
En septiembre volví a coger las zapas de asfalto, costó volver a correr mirando el crono pero pasadas unas semanas semanas volví a disfrutar mucho de la planificación y del día a día entrenando.
La maratón quizás pudo ir algo mejor intentado salir un poco más valiente, pero otro pinchazo como el de Valencia del año pasado me hubiera quitado las ganas de maratón por mucho tiempo.
La maratón es la prueba más dura pero es la reina, hay que admirar aquellos que se atreven a prepararla con varios meses de gran esfuerzo personal y deportivo.
Y aquí algunos números:
2300km.
191 pulsaciones máximas.
Varias ascensiones a más de 3000m.
Mejor km. 3:13, pistas de Yecla con Iván.
Mejor media, Valencia, 1:33
Maratón: 3:25:50
Celestrail: 18h. 38′.